A ver, no se trata ahora de decirte aquí que no comas nada que no haya pasado por aceite a más de 170 grados. No podemos alimentarnos a base de fritos como no podemos alimentarnos a base de lechugas. Pero sí queremos despejar un poco la mala fama que rodea a los fritos. Que si colesterol, que si engordan, que si malos para la salud por un montón de cosas. Pues no son tan malos, todo depende de consumirlos con la misma moderación que casi cualquier otro alimento.
De hecho, un estudio de la UAM de 2012 sobre los fritos, con más de 40.000 personas a lo largo de 11 años, mostró que pese a que España es uno de los países que más fritos consumen, los españoles somos menos propensos a sufrir enfermedades cardiovasculares frente a otros países que consumen menos comida frita. En parte también gracias a la calidad de nuestro aceite. “En un país mediterráneo donde los aceites de oliva y girasol son las grasas más comúnmente usadas para freír, y donde se consumen grandes cantidades de alimentos fritos tanto en casa como fuera, no se observó una asociación entre el consumo de comida frita y el riesgo de enfermedad de la arteria coronaria o muerte”, afirma el equipo de investigación liderado por Pilar Guallar-Castillón, de la Universidad Autónoma de Madrid.
Y es que hay muchos factores que influyen en la calidad de un frito. Como el producto que utilices para rebozarlos, la semolina de Semol, con un grano más grueso, absorbe menos aceite en ese proceso mágico en el que se va creando esa costra crujiente de la que se escapa el vapor de agua. Qué proceso tan mágico el de los fritos.
Por otro lado, los fritos contienen ácidos grasos que nuestro cuerpo no puede sintetizar por sí solos y, por tanto, deben ser aportados por el consumo de grasas esenciales, como el linolénico o el linoleico, que ejercen acciones vitales.
Por tanto, lo dicho. Ni es cuestión de alimentarse a base de fritos ni de dar por hecho el disparate de que una dieta sana está totalmente libre de alimentos fritos.
Los fritos son un maravilloso manjar mediterráneo que nos alegran la vida y que ni mucho menos nos la acortan.